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El peso del pasado

En esta oportunidad quiero compartir con ustedes un caso de pareja que atendí hace un tiempo atrás y me parece valioso comentarlo. El Sr. A y la Sra. B acudieron a mi consulta por presentar problemas de comunicación. Ella sentía que todo lo que decía era mal interpretado por él y que lo que él decía no era entendido por ella. Obvio que estaban en conflicto, al punto de discutir frente a mí en la primera consulta. Por lo general agradezco a las parejas que discuten frente a mí porque así puedo ver parte de la dinámica del conflicto en la comunicación. 

El problema de A y B no era referido a su relación, se trataba de proyecciones que hacían en la misma de sus experiencias negativas del pasado. La Sra. B había tenido varias parejas infieles quienes le generaron una desconfianza terrible en el amor y aún y cuando se dio el permiso de rehacer su vida, no ha sido fácil para ella cerrar sus ciclos antiguos para abrir uno nuevo sin contaminarlo. El sr. A ha sido un hombre maltratado por sus parejas anteriores y en  ese momento era reactivo y siempre estaba a la defensiva de cualquier reclamo que le hiciera su pareja lo que conllevaba a que el se expresara con rabia y frustración. Ella sentía que lo que sea que dijera él lo entendía al revés y se ponía agresivo. Él sentía que no había forma de explicarle a ella lo que lo frustraba y se molestaba aún más al sentir que no lo entendían. Claro que no se iban a entender nunca mientras no sanaran las heridas del pasado. 

El peso del pasado es altamente peligroso cuando no nos hemos tomado el tiempo de sanarlo y soltarlo. Para tener una relación saludable es importante cerrar un ciclo primero antes de comenzar otro. De esta manera contaminamos lo menos posible el nuevo ciclo que comienza. A y B comenzaron a sanar su pasado, aprendieron a soltarlo y bajaron la guardia uno frente al otro para darse el permiso de conectarse a través de aquello que les enamoró en un principio y dejar así de engancharse en las pequeñas cosas a las que le prestaban atención y les llevaban a discutir continuamente. El pasado solo sirve para aprender, de resto no tiene utilidad alguna más que hacernos la vida miserable si nos quedamos pegados en el. Las personas que viven en el pasado hacen lo mismo que las cabras al comer. Regurgitan (vomitan) la comida en su boca y la mastican por horas, luego la tragan y vuelven a regurgitar para seguir masticando. Las cabras hacen esto para poder digerir bien el alimento. Así viven los que se quedan atascados en el pasado. Vomitan en el presente sus situaciones de vida pasadas y lo mastican, rumiando continuamente sus asuntos no resueltos en el hoy. 

Vivir el ahora es la puerta a la felicidad. Vivir aquí y ahora es la manera más saludable de vivir porque existimos solo en el presente. Ni el futuro ni el pasado nos harán sentir vivos, simplemente porque no existen ni podrán existir jamás en el ahora. Más adelante seguiremos conversando sobre el Poder del Ahora, enseñanzas obtenidas del libro del mismo nombre por Eckhart Tolle. Recuerda que el peso del pasado lo defines tú, ya sea como una pluma o una tonelada de basura. Vive hoy, vive ahora, porque el presente pronto se convertirá en pasado y el futuro en eternidad. 

La adolescencia NO es contagiosa.

Muchos padres llegan a mi consulta con la angustia que les genera el no entender a sus hijos adolescentes. Sienten que ellos hablan un idioma diferente desde que "crecieron" y que solo quieren libertad e independencia, algo que los padres no están dispuestos a negociar tan fácilmente. Les voy a contar lo que viví en una consulta.

La sra. X me lleva a su hija de 16 años porque no se están comunicando bien. Me refiere que la hija es contestona, malcriada, inmadura, agresiva, la ignora (a su mamá), no quiere estudiar, solo quiere ver al novio, salir, parrandear y pare de contar los mil y un adjetivos negativos que me dio la madre al describirme el comportamiento de su hija lo que la llevó a buscar ayuda con un profesional de la conducta. Al preguntarle sobre las virtudes de su hija no supo que responder y algo logró describir como "ella no es mala del todo, es solo que le cuesta hacerme caso". Seguido esto la madre complementa: "lo que más me alarmó fue encontrarle un preservativo doctor en su cuarto, UN PRESERVATIVO, EN   SU   C U A R T O!"

Era obvio que la madre estaba alarmada y necesitaba ayuda. Al comenzar con el interrogatorio clínico para realizar la historia de vida que hago con mis pacientes, en especial, adolescentes, me encuentro con varias situaciones que llaman mi atención. Por ejemplo, la madre es divorciada dos veces, tiene una mala relación con sus ex con quienes tuvo un hijo con cada uno, siendo la paciente, su hija, la mayor y un varón menor de su último matrimonio. La madre trabaja como abogado y la hija al salir de la escuela se va a casa de su abuela materna donde espera hasta la noche que la madre la busque. Es poco lo que comparten o salen juntas. De pequeña la niña era tierna y muy "avispada", "se sabía las canciones de solo escucharlas un par de veces y en las fiestas familiares la subíamos a la mesa para que bailara sopa de caracol o el reggeaton del momento", expresa la madre. Luego de conversar con la madre y obtener más detalles que no necesito referir en este artículo, hago pasar a la hija de la Sra. X y le digo a la madre que me espere afuera. La chica de 16 años, vestida a la moda, cabello largo recogido con un mechón morado a un lado, algo distraída y con actitud irreverente me comenta que ella no sabe por qué vino a mi consulta y que su madre nada le dijo, solo la trajo. Ya el hecho de venir a consulta sin su consentimiento haría mi trabajo un poquito más difícil. Le comenté algunas de las quejas de su madre y la invité a que me diera su versión a lo cual expresó: "mi mamá es una exagerada, o sea, no puedo hacer nada bien según ella!". "Cuando salgo bien en el colegio ella ni se entera porque nunca conversa conmigo ni tiene tiempo para explicarle sobre mi día y mis notas". "Entonces? Salgo mal a ver si me para!". Mientras escuchaba a esta adolescente todo lo que podía oír entre líneas era lo mucho que extrañaba a su madre hasta que se lo muestro en un pausa de silencio que hace. "Extrañas mucho a tu mami verdad?". En ese instante comenzó a llorar, observé a una niña tierna, asustada y muy confundida al no saber cómo expresarse ante su madre simplemente porque no ha tenido la oportunidad de practicarlo. 

Muchos padres vienen a mi consulta angustiados porque "no conocen" a sus hijos adolescentes, pero tampoco se han tomado a la tarea de compartir con ellos, conocer a sus amigos, aprender su lenguaje, lo que les gusta, la moda, sus canciones e inquietudes. La transición a la adultez no es fácil en este siglo XXI, ni para los chicos, ni para los padres. Pero no debemos pensar que la adolescencia es una enfermedad contagiosa de la cual hay que alejarse y esconder en cuarentena al portador. La adolescencia es una etapa de continuo descubrimiento, cambios, dolores y amores cuyas historias están ahí cada noche o cada mañana cuando desayunamos o cenamos con nuestros hijos. Solo necesitamos vencer el miedo a lo que podamos escuchar de sus bocas y abrirnos a entenderles, apoyarles, hacerles sentir amados y protegidos, aún y cuando claro que debemos colocar límites pero a la vez hacerles saber que siempre estaremos allí para ellos, no importa la edad que tengan. 

La comunicación familiar es fundamental. La brecha generacional de algunos padres con sus hijos hace que no sepan cómo abordarlos y los más saludable es buscar ayuda como lo hizo la Sra. X. Pero es preciso conversar con los hijos, dejarlos que expresen sus emociones y luego encausarlas de una forma más asertiva. Decirles que nos cuesta entenderles pero que quieren hacer el esfuerzo porque los aman. Jamás dejarles sentir que están solos en el mundo porque el terror que esto genera en los hijos los lleva a tomar las peores decisiones, las mismas que nos aterran como padres. Las adolescencia NO es contagiosa. Es solo un desastre temporal que no mata a nadie si estamos preparados, nos sabemos comunicar y buscamos ayuda a tiempo si sentimos que se nos va de las manos la situación. Al final, los hijos se nos van de las manos, pero lo importante es que jamás se nos vayan del corazón. 

La sra. X aprendió a comunicarse con su hija de una forma más abierta, permitiendo que su hija se sintiera más segura y amada. La chica aprendió a manejar sus emociones y comunicarse asertivamente. Aún pelean, pero saben resolverlo y están seguras del amor que ambas se tienen. Esta historia suena algo sencilla pero los padres e hijos adolescentes sabemos que es un poco más compleja, pero puede ser muy divertida!