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A pesar de... aún podemos!

La sociedad venezolana es muy compleja de analizar. Hay más de lo que se ve al ojo humano. Si bien es cierto que somos alegres, chicharacheros, bromistas, trabajadores, familiares, cercanos y calientes, también lo es que hemos sido un reflejo decadente de antivalores instalados hace muchos años, enquistados en el inconsciente colectivo de nuestro pueblo.

En este artículo, para pesar de muchos y pena propia, no voy a describir aquellas cualidades nobles que tenemos en nuestro hermoso País. Muy por el contrario voy a intentar describir las características que han sido el hidrocarburo perfecto para la sociedad que hoy tenemos, esa misma que hoy se encuentra en conflicto y desesperadamente intenta ordenar al caos que permitió durante tanto tiempo.

Así como en una fiesta donde el muchacho espera que salgan varios a bailar para luego atreverse a sacar a la chica que le gusta (porque ni de vaina se pone a bailar con ella solos en medio de la pista frente a la mirada escrutadora de los demás), así somos nosotros, siempre esperando que el otro se decida a actuar para ir más atrás y hacer lo propio. Nuestra conducta ha estado intoxicada por antivalores hace muchos siglos. El clásico “quítate tú pa’ ponerme yo” define mucho de aquello que no hemos aprendido a transformar: el sentido trepador del venezolano.

Nosotros, y me incluyo, hemos sido una sociedad de doble discurso toda la vida. Muchos tal vez crecimos en un hogar donde papá algunas vez dijo: “aquí no se dicen groserías carajo!”, o donde mamá nos pidió que, al atender el teléfono, dijéramos que ella no se encontraba en casa, aprendiendo a mentir pero con la exigencia que jamás le mintiéramos. Las bases mismas de nuestra educación han estado viciadas en muchos aspectos. A continuación una breve narrativa de varias historias obtenidas a través de los años, por mi profesión.

Un papá que va en el carro con su hijo hablándole de la importancia de ser honestos, es detenido por un funcionario por una vuelta en U prohibida, este se “arregla” con el policía, paga y sigue su camino.

Dos señoras en un supermercado con sus carritos llenos de artículos (al menos más de 15 o 20 cosas), van conversando sobre la corrupción impune del gobierno, mientras se alistan en la fila de “10 artículos o menos”, porque es la fila más corta.

Un esposo que continuamente le dice a su pareja que la ama mientras borra los mensajes de la amante en su teléfono inteligente.

Unos padres que castigan a su hijo por fumar marihuana cuando ellos mismos la consumen.

Una sociedad que consume más alcohol Per capita que el que se produce dentro y fuera del País.  En cualquier pueblo de Venezuela hay más licorerías que escuelas, centros de salud, plazas o supermercados (todos juntos incluidos).

Una respuesta incongruente al preguntar: ¿Cómo está la vaina? “Aquí chico, jodío pero contento”.

Estas incongruencias están marcadas en la forma en que la sociedad funciona. En Venezuela no se respeta casi ninguna ley, así como no respetamos casi ninguna forma ética de tratarnos entre nosotros. Y dije “casi” para aquellos que salten reclamando que no puedo meterlos a todos en el mismo saco. Aunque le sugiero, revísese si UD. es uno de los que se ofendió. El que no la debe no la teme. Pero volviendo al tema, sin ánimos de sonar petulante o amargado, nosotros no convivimos en una sociedad de progreso, más bien hemos sido una sociedad de egreso. Muchos se han ido porque no ven futuro posible para sus hijos o porque solo quieren sentirse tranquilos sin rollos de inseguridad, escasez, devaluación, políticos o de índole social. Aquí la gente bebe frente a la licorería al lado de un cartel que dice “Prohibido el consumo de alcohol en vía pública”. En mi ciudad se le venden cigarrillos a menores de 18 años frente a la calcomanía que lo prohíbe. Aquí no vale cuánto estudiaste si no cuánta plata tienes o cuántas conexiones desarrollas para hacer negocios (legales o no). Se supone que es ilegal beber alcohol mientras se maneja pero tenemos licorerías en las carreteras y autopistas del País. Esto es solo algunas muestras tangibles de nuestra incongruencia. Lo peor es que si vemos a alguien haciendo algo inadecuado, volteamos la mirada para otro lado, en especial si nuestra denuncia o señalamiento afecta nuestros intereses de alguna manera.

Por lo general, nosotros manejamos con alta frecuencia expectativas catastróficas. Siempre algo malo va a pasar. Esperamos lo peor de la gente, de las instituciones, de los hijos, de la pareja, de los vecinos, del País. Vivimos con miedos imaginarios de cosas que no han sucedido pero “pueden pasar” y eso nos aterra. Vivimos en el futuro sentados en el pasado. Nos cuesta perdonar y es más fácil pagar por “amor” que conquistar, seducir y enamorar. Cuando estamos en un lugar turístico del País y se va la luz, nos quejamos de nuestra tierra, la acribillamos con cuanta palabra escatológica conseguimos para drenar nuestra frustrachera, pero si entramos en un lugar que nos brinda un maravilloso servicio y una atención especial, experimentando una experiencia exquisita, lo primero que exclamamos es: “Veeerga esta vaina parece ooootro País”. Nos cuenta reconocernos y, al ver a otros triunfando en el exterior, se lo achacamos al hecho de que ¡están en el exterior pues!

Una sociedad no progresa mientras se tenga el rancho montado en la cabeza. Este conflicto actual ha desatado pasiones de todo tipo, pero en especial, ha destapado el contenedor que mantenía atrapado a los demonios de cada quien. En el gobierno, hoy día mejor llamado régimen, se ha desvelado el lado oscuro de sus intenciones. Hemos observado como se han generado escenarios donde la psicopatía más aberrante hace gala de sus formas criminales de actuación. Música mientras se dispara, torturas, persecuciones, militares escondidos dentro de ambulancias para emboscar a sus “enemigos”. Guardias del “pueblo” golpeando sonrientes personas inocentes sometidas a la fuerza bruta, representantes de instituciones que deberían “proteger” al ciudadano avalando con discursos demagógicos y retóricos la violenta represión de los órganos de seguridad, hasta una serie de países cuyos presidentes, en aras de salvaguardar sus intereses económicos, se hacen los esquizofrénicos (con el perdón de mis pacientes). Pero es que claro que el estudiante, la bandera de 7 estrellas, la verdad, la exigencia de justicia y de derechos tienen que ser enemigos de aquellos que se sienten descubiertos y desnudos ante el mundo, de aquellos que durante tantos años intentaron camuflar sus intenciones pero hoy la sangre empapa sus vestiduras y ya no hay disimulo, solo baile sobre el dolor de la muerte. Pero así también, del otro lado, se han observado comportamientos llenos de desesperanza, odio, confusión y locura colectiva. Por un lado una barricada, una guarimba, una protesta, por el otro una marcha, una vigilia, una oración, y si unos quieren criticar a los otros, se desata el conflicto dentro del conflicto.

En mis años de trabajo en desastres con la organización humanitaria más importante en el mundo, la cual respeto y admiraré siempre, en momentos de caos (Vargas, Cariaco-Cumaná, Guasdualito), pudimos observar muchas veces el desastre dentro del desastre. Lo mismo sucede hoy día. Nos cuesta ponernos de acuerdo por el hecho siguiente: nosotros los venezolanos manejamos un rasgo de personalidad terrible que nos ha hecho mucho daño y tiene que ver con tener conductas por aprobación. Lo que hacemos tratamos de hacerlo “para figurar”. Necesitamos sentirnos aprobados, aceptados (por la profunda falta de autoestima que como pueblo sufrimos hace tanto ya). Esto conlleva a que queremos ser dueños de la verdad absoluta de las cosas y la humildad para poder escuchar al otro la dejamos perdida calle abajo. El régimen se siente dueño de su verdad y muchos aún le creen, pero es que si les quitan esa verdad, ¿dónde quedan parados? Ahora bien, la mal llamada oposición se siente dueña también de su verdad y cada quien sabe cuál es la forma más efectiva de protesta dentro de los diferentes grupos que hacen vida en los movimientos socio-políticos, incluyendo a los estudiantes. Cada uno es experto en sus maneras y métodos pero ¿saben qué? En 15 años no logramos ponernos de acuerdo, organizarnos, entendernos, escucharnos. Ahora queremos salir corriendo a hacer “algo” “lo que sea” porque el abismo está frente a nosotros. Hace 14 años escuché a una amiga psicólogo decir algo que jamás olvidaré: “Doctrina se combate con doctrina”. El chavismo construyó una doctrina y un modus operandi. Los que nunca creyeron en esa doctrina no lograron construir la suya propia y sus modus operandi fueron erráticos. Tenemos aún trabajo por delante.

De nuevo, volviendo al doble discurso. Otro ejemplo, un gobierno local que pasó 15 años en el poder en nuestro estado, el cual siempre criticó al gobierno nacional que pasó 15 años en el poder. Muchos pensarán que era la única opción frente a las demás opciones. Yo pienso diferente. Nos falta mucho por madurar. Si fuéramos realmente un pueblo leal a las causas, organizado, con un mismo discurso, con humildad para escucharnos sin criticar al que piensa distinto, si tuviéramos la capacidad de entendernos para conocernos y luego aceptarnos para congraciarnos con nuestra tierra, si lográramos darnos la oportunidad de esperar siempre lo mejor del otro y del País, tal vez podríamos realizar movimientos cooperativos que nos acerquen más que alejarnos. Los boicots, por ejemplo, requieren de convicción y lealtad a una causa. Nosotros no sabemos realizarlos porque siempre alguno arruga por miedo a la represalia. Por miedo a perder el trabajo, el sueldo, el carro, el estudio, el título, el matrimonio, el hogar o la vida no terminamos de entender que si TODOS saliéramos a la calle a pararnos solamente en un lugar cualquiera, la historia sería otra, porque TODOS asfixiaríamos al intento de unos pocos de robarnos al País. Creo que la GNB se compone de un promedio de 67 mil hombres y mujeres. Quienes votaron por una opción diferente fueron un poco más de 7 millones de personas. Hormigas Vs. Saltamontes. ¿Entienden la imagen? Y lo más paradójico del asunto es que no habrá trabajo, sueldo, carro, estudio, título, matrimonio, hogar, oportunidades o vida, si no abrimos los ojos a la cruenta realidad que enfrentamos.


Este artículo no es para sentir vergüenza o culpa por ser como somos. Es para entendernos y empezar a corregir el rumbo de nuestras conductas erráticas, subir el nivel, elevar la cultura, enaltecernos por encima de las vicisitudes y hacer que el orgullo de ser venezolanos se exprese en cada palabra, cada acto, cada mirada, cada exigencia y hagamos justicia, el tipo de justicia que realmente necesitamos: reivindicarnos a nosotros mismos. Es tiempo de reclamarnos merecedores de un mejor País, de un mejor YO. Si fuéramos una sociedad con autoestima, la historia sería otra. Para amar a mi País debo amarme primero a mí mismo. Eso define a los límites del amor. Sí. El amor tiene sus límites y es el amor propio el que no permite que me lastimes. Cuando alguien, en nombre de Bolívar, la bandera o el caballo del escudo viene a insultarme o lastimarme, me levanto frente a ello y lucho con todo lo que tengo para detener el atropello y eso solo es posible si tengo amor propio. Tardamos 15 años en contactarnos con ese amor dormido o comprado. Los estudiantes nos mostraron el poder de su autoestima. Creo que aún hay tiempo. Creo que aún hay amor y no hablo de entregarle flores a quien nos golpea porque el amor puede ser firme, recio, con temple de acero para protegernos o defendernos. Tenemos derecho a arrecharnos con amor. Y es que por el hecho de amar a mi País ¿debo permitir que me pisen aquellos que no lo aman? Pues NO! Así como defenderíamos el honor de una mujer o la vida de un hijo, así nos toca hoy defender la patria, expulsar a los invasores y restituir el orden para comenzar la refundación de una nueva República, la república del progreso, del orden, del bochinche y el honor. Porque es así, haciendo alusión al libro de mi admirado Laureano Márquez, este País es tan noble que aquí “se sufre pero se goza”.