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Valores Comunitarios

Así como a veces uno se tropieza con algo valioso y sientes la tentación de quedártelo, aunque sabes que no debes porque no es tuyo, me he tropezado con este artículo en la red y es una obligación hacer lo contrario, compartirlo con todos por su pertinencia en nuestra realidad actual.

Un concepto que me ha intrigado es una idea antigua y fundamental, la idea de comunidad. La esencia de la comunidad, su alma misma, es el intercambio no-monetario de valor; cosas que hacemos y compartimos porque nos importan otros, y para el bien de todos. La comunidad se compone de aquello que no intentamos medir, de lo que no llevamos registro y no pedimos recompensa. La mayoría son cosas que no podemos medir, no importa cuánto lo intentemos. Ya que no pueden ser medidas, no pueden ser cuantificadas en dólares, o barriles de petróleo, o quintales de maíz – cosas tales como respeto, tolerancia, amor, confianza, belleza, cuyo suministro no tiene fronteras ni límites. El intercambio no-monetario de valor no surge sólo de motivaciones altruistas. Surge de una comprensión profunda, intuitiva, con frecuencia subconsciente de que el interés propio está inseparablemente conectado con el interés comunitario; que el bien individual es inseparable del bien del conjunto; que de alguna manera, con frecuencia más allá de nuestro entendimiento, todas las cosas son, a una y la misma vez, independientes, interdependientes e intradependientes – que el “uno” singular es simultáneamente el “uno” plural.

            En una verdadera comunidad, la unidad del “uno” singular y el “uno” plural se extiende más allá de la gente y las cosas. Se aplica tanto a creencias, propósitos como principios. Algunos los tenemos en común con todos en la comunidad. Otros los podemos tener en común con sólo algunos miembros de la comunidad. Otros aún pueden ser sustentados sólo por uno. En una verdadera comunidad, los valores que otros sustentan y que no compartimos, los respetamos y toleramos, ya sea porque nos damos cuenta de que nuestras propias creencias requieren respeto y tolerancia en retribución, o porque conocemos suficientemente bien a los que sustentan creencias diferentes para comprender y respetar la humanidad en común que subyace a toda diferencia. Sin una abundancia de valor no material, e una igual abundancia de intercambio no monetario de valor material, ninguna verdadera comunidad ha existido o existirá alguna vez. La comunidad no tiene que ver con ganancia. Tiene que ver con beneficio. Confundimos ambos para peligro nuestro. Cuando intentamos monetizar todo el valor, estamos metódicamente desconectando a las personas y destruyendo la comunidad.

            El intercambio no monetario de valor es el sistema más efectivo y constructivo que se haya creado. La evolución y la naturaleza lo han ido perfeccionando por miles de milenios. No requiere dinero, contratos, gobierno, leyes, cortes, policía, economistas, abogados, contadores. No requiere de ninguna manera de expertos consagrados o certificados. Requiere sólo de personas comunes y corrientes, que se hacen cargo.

            La comunidad verdadera requiere proximidad; contacto e interacción continua y directa entre la gente, su entorno y los objetos que lo componen. A lo largo de la historia, el elemento de construcción fundamental, la quintaesencia de la comunidad, ha sido siempre la familia. Es allí donde se da el mayor intercambio no monetario de valor. Es allí donde se crean e intercambian los valores no materiales más poderosos. Es desde esa comunidad, para bien y para mal, que se forman todas las otras comunidades. El intercambio no monetario de valor es el alma misma de la comunidad, y la comunidad es el elemento ineludible y esencial de la sociedad civil.


              Si tuviéramos que articularnos para diseñar un sistema eficiente para la destrucción metódica de la comunidad, no podríamos hacer nada mejor que esforzarnos por monetizar todo el valor y reducir la vida a la tiranía de la medición. La comunidad es más que una hoja de mega-balance con el valor sumado en la última línea. El dinero, los mercados y la medición tienen su lugar. Son herramientas importantes incluso. Debemos honrarlas y usarlas. Pero están muy lejos de la deificación que sus apóstoles demandan de nosotros, y frente a la cual caemos de rodillas demasiado rápido. Sólo los tontos adoran sus herramientas.


              No puede haber sociedad sin comunidad. De hecho, no puede haber vida sin ella. Toda la vida, toda la naturaleza, todos los sistemas planetarios están basados en ciclos cerrados de recibir y dar, a excepción única de esa donación de energía que proviene del sol. No puede existir forma alguna de vida sin ciclos balanceados de dar y recibir.

               El intercambio no monetario de valor implica una diferencia esencial entre recibir y obtener. Recibimos dones. Tomamos posesión. Es un error confundir compra y venta con dar y recibir. Es un error confundir dinero con valor. Es un error creer que todo el valor puede ser medido. Y es un error colosal intentar monetizar todo el valor.

               Cuando lo intentamos, metódicamente sustituimos el sistema más efectivo de intercambio de valor por el menos efectivo. Debido a que no podemos medir matemáticamente el intercambio no monetario y voluntario de valor, no podemos probarle a nuestra mente racional la eficiencia del todo o las partes. Ni podemos tecnificar o controlar lo que no podemos medir. El intercambio no monetario de valor frustra nuestra búsqueda de la predictibilidad perfecta, y del control que ella siempre promete pero que nunca puede entregar.


               Cuando monetizamos el valor, logramos tener un instrumento de medida, aunque engañoso, que nos permite calcular la eficiencia relativa de cada parte del sistema. Nos permite diseñar mecanismos para “resolver” problemas que nuestras mediciones han revelado. De extraña forma, con la medición damos vida a problemas que luego tratamos de hacer desaparecer con técnicas. No se nos ocurre que destruir un sistema extraordinariamente efectivo cuyos valores no podemos calcular, para calcular así la supuesta eficiencia de un sistema ineficaz, es algo errado en su fundamento mismo. No se nos ocurre que tecnificar una sociedad y sus estructuras institucionales basándose en mediciones matemáticas pueda ser una falla fundamental de concepto. Como dice el refrán, “lo que se mide es lo que resulta”. Quizás es ése precisamente el problema.

                Dar y recibir no puede ser medido en ningún sentido significativo. Una donación con expectativa no es ninguna donación. Es una negociación. En un intercambio no monetario de valor, dar y recibir no es una transacción. Es una ofrenda y aceptación. En la naturaleza, cuando un ciclo cerrado de recibir y dar se desbalancea, pronto surgen la destrucción y la muerte. Lo mismo ocurre en la sociedad.

Cuando el delirio del dinero se enseñorea, llegamos a creer que la vida es un derecho que conlleva otro derecho, que es el derecho de obtener y poseer. La vida no es un derecho. La vida es don, y conlleva un don, que es el arte de dar. Y comunidad es el lugar donde podemos dar nuestros dones y recibir los dones de otros.

               Cuando nuestra consciencia individual y colectiva se haga receptiva a nuevos conceptos de organización que implica dicha forma de pensar, puede que la sociedad y sus instituciones entren en armonía con la riqueza y abundancia del espíritu humano y con la Tierra de la cual aquél es parte inseparable. Esta es la voz que nos canta ahora, y la canción comienza a escucharse en todas partes.

Hock, Dee. "El Nacimiento de la Era Caórdica", Granica, 2001


Fuente: http://wvr.blogspot.com/2008/06/valores-comunitarios.html

EL ROBO DE UN PAÍS

Temprano en la mañana vía al colegio de mi hijo, luego de dejarlo para su jornada escolar, me voy a mi trabajo escuchando, como de costumbre, a César Miguel Rondón en su programa de todos los días. Se encontraba conversando con dos invitados, internacionalistas, quienes hacían algunos análisis del comportamiento de Maduro al referirse a la arremetida reciente contra España, sus reacciones pos Cumbre, la radicalización del proceso, entre otras cosas ya conocidas por todos. Escuchando todo esto me embargaba una inmensa preocupación al percatarme que lo que ahora hacemos es analizar al régimen y sus movimientos. Cuanto poder le hemos otorgado al dictador de Miraflores. No solo hemos permisado que nos quite todo lo que nos daba tranquilidad si no que ahora nos ha quitado el espacio del pensamiento. Solo se habla de política, de Maduro, de sus chistes, de sus alocuciones y hasta expertos son invitados a la radio a hablar de este señor que, debo decir, se alimenta de la atención que le prestan. Lo más grave, en mi opinión muy personal, es que hemos sido testigos del robo más grande de la historia, siendo protagonistas del mismo porque somos las víctimas de dicho robo: El robo de un País.

El año pasado se robaron US$10,4 millones de un camión de caudales en el aeropuerto de Santiago de Chile. El hecho es considerado como el robo del siglo en el país sudamericano, según dicen. Sin embargo, el botín palidece frente a otros asaltos considerados los 10 que lideran el ranking como lo fueron el robo del tren de Glasgow donde se llevaron un botín de 2,6 millones de libras esterlinas (equivalentes a US$40,3 millones de la actualidad); en el 2003 una banda de italianos robó el Centro de Diamantes de Amberes (Bélgica) y se llevó joyas por US$140 millones; También en Bélgica, el 19 de febrero del 2013 ocho hombres disfrazados de policías robaron un cargamento de diamantes que un camión de la compañía Brink’s iba a embarcar en el aeropuerto de Zaventem, en Bruselas. El robo duró 5 minutos y fue por la cantidad de US$ 51,9 millones; 2005 en el terminal Schiphol, en Ámsterdam US$ 100 millones; Banco Central en Brasil (US$86,4 millones); Golpe en Boston (US$300 millones); Securitas (US$117 millones); Joyería Harry Winston (US$106 millones); Aeropuerto JFK (US$20 millones); En helicóptero de manera increíble se robaron en USA $ 5,5 millones. Lo increíble de esta lista es que suma un aproximado de mil millones de dólares robados en el mundo. Ya ve por donde va este artículo.

Los robos considerados como los más impresionantes o importantes del mundo se quedan cortos frente a la insólita suma de 25 mil millones de dólares que solo vía CADIVI desaparecieron del futuro de los venezolanos, sin mencionar el caso de la Banca Privada D’ Andorra y otros más ya conocidos por todos. Estamos frente al robo de un País! No solo se robaron el dinero que podría haber significado inversión para el progreso sino que se robaron nuestra paz, nuestro dormir, nuestro sosiego, nuestra capacidad de trabajo, hasta el tiempo ha sido confiscado y la libertad de expresión apresada.

Todo esto no es lo que preocupa, es la inerme voluntad y ausente capacidad de asombro que los venezolanos desplegamos en la diaria sumisión del análisis, la retórica, la conversación del “tema obligado”, la queja continua y la angustia perenne, tan perenne como la hierba.

Hemos sido testigos y protagonistas del robo más impactante que ha existido entre tangibles e intangibles y aún así no reaccionamos con congruencia y sensatez. Lo más grave es que aún queda mucho por robar y pareciera que existen pocos guardias que quieran proteger el botín. El tema debe ser UNO solo: nos robaron al País! Hagamos las denuncias, organicemos el mensaje y hablemos de lo importante. Ya basta de análisis sobre la conducta de un psicópata y sus compañeros de cuarto. Hablar de Maduro y sus maleantes es darles poder. Ellos no actúan de forma errática ni están psicóticos (esos locos sin consciencia de sus actos). Son psicópatas! Inteligentes, ordenados, obsesivos, maquiavélicos, definidos en sus roles de delincuentes con el único fin de ser poderosos para alimentar sus egos empobrecidos por las deficiencias que alimentan en su interior. Estos pobres seres no son ningunos tontos ni se conducen de forma equivocada, tampoco actúan pensando que los demás gobiernos son iguales o por desconocimiento del orden universal de las cosas. Estos balurdos capitalistas de estado quieren quedarse con todo, con tu alma y la mía! Con tu sueño y el mío! Ahora me pregunto y claro, te pregunto también, ¿qué estamos esperando? ¿qué hace falta para ordenarnos y entender que somos hormigas frente a los saltamontes? Te recomiendo esa película, BICHOS, una aventura en miniatura. Hagamos foros familiares con su contenido, de forma simple nos da luces de lo que nos toca hacer.


¿Será que un día leeremos noticias sobre cómo un grupo de menos de 100 hombres, de forma sistemática y continua, se robaron a un País?