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¡MADRES MALAS!

Nadie, que haya vivido su infancia en nuestro País, podrá negar que hubo una época de nuestra vida en la que nuestras madres eran malas con nosotros. Aprendimos de igual manera a amarlas. Negar el amor hacia nuestra madre es imposible, hasta aprendimos a leer mientras nos convencíamos del amor que teníamos que tener hacia ellas. ¿Recuerdan el libro “Coquito”? En la letra “M”, las frases rezaban de la siguiente manera: “Mi mamá me ama, mi mamá me mima”. Faltó añadir: “Aunque mi mamá sea mala y me embrome la vida”. Que cruel sonó. Pero ciertamente y gracias a esa etapa de madres malas, hoy por hoy somos gente, personas, seres humanos con valores, ética y límites que nos dan la oportunidad de integrarnos a una sociedad pujante, dinámica y altamente exigente. Sé que algunos seres humanos no corren con la dicha de haber tenido mamá, sin embargo, estoy seguro, siempre hubo alguien que cumpliera el rol materno, aunque no fuera de la forma que hubieran querido. Tenías que leer hasta acá para comprender el término “madres malas”. ¿Pero qué niño no percibió a su madre como mala, malvada o fastidiosa cuando se trataba de educarnos? Cuando nos negaban todo cuanto queríamos, cuando nos pedían entrar a casa a comer, lavarnos antes las manos, o nos mandaban a arreglar nuestro cuarto y nos exigían apagar la tele y las luces porque era hora de dormir, aunque no hubiere sueño... Durante una importante etapa de nuestra vida, nuestras madres se dieron a la dura tarea de tragarse el llanto al vernos sufrir ante un regaño, al mandarnos a bañar, cepillar nuestros dientes o comernos toda la comida. Ellas se dedicaron al trabajo más difícil del mundo: darnos las herramientas para ser seres útiles a la sociedad y a nosotros mismos. Nuestras madres conquistaron su lugar en el mundo como herederas del planeta, porque les correspondió la labor más importante de la evolución humana, como lo es protegernos, cuidarnos, educarnos y luego, dejarnos ir.
Es posible que no hayas tenido una madre contigo, como ya lo comenté, o tal vez estuvo contigo una mujer que no nació para ser mamá; ya sea porque la vida la trató muy mal y no aprendió a desarrollar sus capacidades maternas, tal vez porque “esa” mamá no fue la madre que querías que fuera, pero muy probablemente una parte de ti se amargó al dedicarse a quejarse toda la vida de no haber tenido una madre cariñosa y protectora. Hoy te digo: busca a tu alrededor en tus recuerdos, en tu momento actual, busca a esas mujeres que hicieron de mamá en tu vida. Una hermana mayor, una tía, la abuela, una vecina o una madrastra, madre sustituta o complementaria. Allí encontrarás a la mujer que dedicó una parte de su vida a educarte, a acompañarte, a estar allí cuando enfermabas y es posible que, al enfocarte en todas las madres que tuviste, la amargura de no tener a la biológica mejore, porque ser madre no es parir a un hijo, llevarlo 9 meses en el vientre y luego separase de su hijo al momento de cortar el cordón umbilical. Ser madre es quedarse, acompañar, asumir el compromiso de la vida, del crecer, y entender que la maternidad no es más que un milagro que sucede a diario. Ese ser superior, cualquiera sea la forma en que lo concibas, llamado Dios para los católicos, ese ser especial confía en la humanidad al seguir enviando seres al planeta, al mantener vivo el milagro de ser mamá. ¿Por qué no confiar nosotros en nosotros mismos y en los demás? ¡Si Dios lo ha hecho siempre! Allí se encuentra el significado más importante del milagro de la vida: el ser madre, el dar vida y luego, en un acto valiente y desinteresado, de profundo amor y renuncia, luego, después de cuidar, de estar, de proteger, educar, regañar y ser durante un tiempo una madre mala, después de todo eso, la madre deja ir a su hijo o hija, mientras los mantiene cerca, muy cerca, en el lugar más seguro del mundo de donde jamás saldrán, su corazón. A todas las madres del mundo: ¡gracias por ser malas madres, gracias por darnos la oportunidad de existir! A tí mi mami amada, mi mami amiga, mi mami artista, mi mami piscis. A tí te envío mis eternas bendiciones. Que Dios las bendiga a todas, hoy y siempre.