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Cómo Ser Feliz y no morir en el intento...


¿Como podemos aprender a ser felices y no morir en el intento? Es una pregunta tanto interesante como retórica pero muy real y tal vez para algunos un poco cruda. ¿Por qué? Porque es verdad que podemos morir, dejar de existir, perecer, desaparecer, estirar la pata, quedarnos en el sitio, pasar al otro lado y todos los aforismos que se les ocurra, por el solo hecho de intentar buscar nuestra propia felicidad. Verás, la felicidad es una idea, un concepto muy personal que cada ser humano tiene, basado en lo que aprendió que era la felicidad, lo que le dijeron, lo que adquirió con los años en el pasar del tiempo. La felicidad en nuestro camino por la vida ha tomado muchas formas, caras, nombres, escenarios. Para algunos la felicidad significa tener a una mujer u hombre al lado que le ame, para otros la felicidad es tener un trabajo productivo y que le guste, una casa cómoda, tener salud tanto física como mental, estar en paz con Dios (cualquiera que sea la forma en que le concibas), es decir, felicidad tiene muchas formas como humanos existen en el mundo. Si nos vamos a la raíz de la palabra y la desglosamos, etimológicamente hablando, nos encontramos con dos orígenes de la misma palabra, uno griego y otro latino. La palabra felicidad en su origen griego es EUDAIMONÍA, donde EU significa bueno, bien; y DAIMONIA significa espíritu, espiritual. Esto nos lleva a entender que para la Grecia antigua la palabra Eudaimonía significaba alguien que llevaba buen espíritu, buen ánimo, felicidad en su vida. Los griegos podían relacionar la palabra Daimonía con espíritu bueno o maligno. Si era asociada la palabra con algo maligno entonces derivaba el nombre DEMONIO (Daimonia), de lo contrario significaría lo anteriormente expuesto. Ahora bien, esta asociación maligna que se le podía dar a alguien está relacionada directamente con conductas extrañas que no podían ser explicadas por los griegos antiguos por otra forma que no fuera lo místico-religioso. Si alguien reía solo en una esquina sin explicación aparente alguna para los observadores, entonces se le asociaba a conductas malignas por lo que en su lenguaje antiguo esta persona era señalada como endemoniada. Es curioso observar como hoy en día sucede lo mismo, simplemente que le sacamos el demonio a los trastornos mentales. Si UD viera a una persona riendo sola en una esquina de su calle, ¿qué pensaría? Si su respuesta fue: está loco o loca, está drogado o dragada o tal vez, está borracho, entonces su reacción es normal, porque eso es lo que nos viene de primero a la mente al observar una sonrisa de oreja a oreja en alguien que esté solo o sola en un carro, en un banco o en sencillamente en la calle. Pero volvamos de nuevo al origen de la palabra feliz. En latín la palabra FELIX (FELIZ) también puede ser desglosada en su raíz etimológica como FEL que viene de FELLATIO (chupar, mamar) y la desinencia femenina IX, denotando que la palabra tiene un origen femenino. Al unir la raíz con la desinencia se infiere en latín antiguo que la palabra significaba mujer que amamanta, siendo asociada con la conducta de dar, donde la persona que le gusta dar más que recibir era más feliz que las demás. Si observamos a un bebé mientras es amamantado por su madre, tal vez podríamos preguntarnos: ¿Qué momento más feliz puede tener un niño o niña que no sea el momento en que su madre le brinda protección, alimento, seguridad, amor, a través de la lactancia? No es descabellado pensar que ambos orígenes de la palabra felicidad o feliz están relacionados directamente con conductas en el presente que identifican la cercanía o el conflicto ante la felicidad humana. ¿No me crees? Permítame mi querido lector o lectora hacerme eco de un ejemplo que le escuché a un gran amigo psicólogo y maestro en una conferencia, el Lic. Jorge Santacana, cuando invitaba al público a realizar la siguiente prueba: “Vaya UD”, decía, “y elija un banco que se encuentre lleno de gente y métase en la cola, pero eso sí, con cara de estar feliz, con una sonrisa amplia, es más, le invito a que haga la cola cantando y bailando”. Los asistentes a dicha conferencia reían (y yo también) al imaginarse haciendo tal acción mientras Jorge continuaba diciendo: “le aseguro que haciendo esto llegará rapidito a la taquilla, por el simple hecho que la gente que se encuentra delante de UD le dará paso casi inmediatamente mientras escapan un comentario entre dientes que se deja escuchar: dejen pasar al loco ese antes de que le dé una vaina”! Todos estallamos de risa por supuesto ante tan elocuente expresión en un estilo único que solo Santacana tiene. Posteriormente, mientras leía, investigaba, entrevistaba a mis pacientes y juntaba la información que me llevaría a escribir este ensayo sobre el cómo ser feliz y no morir en el intento recordaba ese ejemplo y comprendía a los griegos en la antigüedad. La felicidad con el tiempo ha sido satanizada, endemoniada al punto de generar creencias y programas mentales dedicados a sabotear nuestros momentos más felices. Nunca falta alguien que te escuche reír a carcajadas y exprese: “Ujum, el que mucho se ríe es porque va a llorar después”; generando casi un sentimiento de culpa por haber expresado una de las emociones más sanas y liberadoras del ser humano como lo es la alegría. Es probable que UD no sea una de esas personas, pero le aseguro que en algún momento de su vida se sintió atado, inhibido o indeciso en si expresaba o no su estado de alegría, auténtico y dentro de contexto por supuesto. No podemos entrar en el tema de los que se ríen del dolor ajeno o se alegran del fracaso del otro, eso sería tema para otro ensayo bajo el título: Trastornos antisociales, un mundo de antivalores modernos. Pero existen momentos en nuestra vida donde la felicidad es la protagonista y hemos creado miles de formas de saboteárnosla, llegando al punto de aprender a sentirla a través de estados artificiales que nos brindan las conductas adictivas.


Particularmente pienso que la vida está compuesta de buenos y malos momentos, que la felicidad es la suma de buenos momentos y debemos aprender a propiciar cada vez más buenos momentos para ser más felices. (Concepto que aprendí de mi esposa). Pareciera que la realidad es otra. Pareciera que existimos en un mundo donde los buenos momentos sólo pueden ser comprados o negociados (a un muy alto precio generalmente) y los malos momentos están de moda. Las veces que nos quejamos, amargamos, peleamos o discutimos al día quintuplican a las veces que sonreímos, agradecemos, cedemos o transamos en un ganar – ganar. Es familiar utilizar o escuchar aforismos como “para ser alguien en la vida hay que trabajar muy duro”, o “es mejor malo conocido que bueno por conocer”, peor aún “para ser feliz hay que sufrir mucho primero”. Cuánto tiempo pasará antes de descubrir que la felicidad no está afuera sino dentro de nosotros. Lo hemos leído incluso en Internet, en cuentos infantiles, en pensamientos enmarcados en la pared de alguna oficina o consultorio médico y aún así seguimos buscando la felicidad en una pareja, en un negocio, en un día de sol, en vacaciones, en una noche de rumba, en un trago, en una aspirada, en el poder comprar el último equipo electrónico de moda o simplemente en la soledad. Pareciera que tendremos que sufrir realmente para poder descubrir a la felicidad. Pero la felicidad es una decisión, es un estado mental, es una elección personal diaria al abrir nuestros ojos en la mañana. ¿Y entonces? ¿Sufrimos para ser felices? O ¿Somos felices para dejar de sufrir? Cualquiera que sea tu decisión recuerda siempre que será TÚ decisión y de nadie más.
Para ser feliz hay que ser libres, para ser libres hay que ser responsables.

Bernard Shaw dijo una vez: “Libertad conlleva responsabilidad, por eso no todo el mundo la persigue”. Leyendo el libro de Burke Hedges: UD Corp!, aprendí que la felicidad también conlleva responsabilidad porque la felicidad es libre. Cuando asumimos nuestras responsabilidades en la vida, somos libres y al sentirnos libres comenzamos a darnos el permiso de ser felices. Mientras seamos presos de nuestros miedos (miedo a perder la pareja, miedo a perder el trabajo, miedo a ser rechazado, miedo a la muerte, miedo a la vida), mientras continuemos presos de nuestras limitaciones, miedos y programas mentales basura, entonces será difícil descubrir lo que podemos hacer para ser felices.


Existe una enfermedad médica que genera el nacimiento de niños cuyo sistema nervioso central no registra el dolor de la periferia, es decir, del resto del cuerpo. Estos niños deben crecer con cuidados especiales porque al no tener la capacidad de sentir dolor en su cuerpo, no saben si se han hecho daño en un tejido, por lo que caminar descalzo puede ser tan peligroso como una caída que genere un golpe en la cabeza: sencillamente no lo va a sentir, por lo que no va a expresar llanto, lo que conlleva a que los tejidos sigan sufriendo daño y al querer intervenir médicamente (ya sea porque la madre ve un sangramiento o los tejidos golpeados se ulceran e infectan) puede ser muy tarde. La sobrevida de estos pacientes es muy corta, no llegan a la edad adulta en su mayoría. Imagina que vida llevaría ese niño si no puede jugar, correr, batear la pelota o bañarse en una piscina. Pues esto lo comento para llamar tu atención de la importancia que tiene el dolor en nuestra vida. El dolor nos recuerda que estamos vivos y nos lleva a tiempo a chequear si algo no anda bien en nuestro cuerpo. Es un sistema de protección y alerta que nos mantiene informados de nuestro estado de bienestar o malestar. El sentir dolor, sea físico o emocional, sea causado por una fractura o por una ruptura de una relación amorosa, es una forma de poder tener el punto de referencia de lo que significa estar sanos o felices. El dolor cumple con la función de recordarnos que estamos vivos, que funcionábamos bien, que estábamos sanos, que amábamos o éramos amados de una manera especial, aunque sólo lo sepamos o demos cuenta justo cuando aparece el dolor. Muchas veces hemos sido felices en nuestra vida y no lo sabíamos. Hay momentos en que pareciera que el ser humano necesitara buscar el dolor para poder convencerse de que es feliz y esa conducta nos ha llevado a generar algo que debería quedar en las tablas del teatro y no debería ser parte tan fundamental de nuestra vida de relación, como lo es el drama. Personalmente pienso y lo digo con respeto y mucha responsabilidad, que el venezolano tiene un gen dramático en su mapa genético. El gen dramático del venezolano ha generado millones de momentos de infelicidad, por el simple y llano hecho de que “necesitamos llorar, sufrir, fracasar para poder justificar el esfuerzo de vivir”. Debemos tener mucho cuidado con esto porque no hay nada más alejado de la asertividad que el drama. Un ser triste, deprimido, lloroso en una casa es un imán para todo el que llega, quien sin perder más tiempo abraza y en voz de sufrimiento pregunta ¿Qué pasó? ¿Qué tienes? ¿Necesitas algo? ¡Cuéntamelo todo! Y ya son dos los que sufren y lloran con la historia desdichada del que triste busca consuelo en el llanto y el dolor de la otra persona. Si a esta escena le sumamos el guión de nuestras novelas, creo que ya se pueden imaginar la historia. Con todo y que tengo un tío actor de telenovelas, a quien admiro, respeto y quiero profundamente, debo hacer un llamado de atención a los guionistas porque ¡el drama es una cosa como género literario y el absurdo es otra! Recién escuchaba en entrevista de televisión que le hacían a uno de los escritores de telenovelas más conocidos de nuestro País, cómo debe ser el guión de las historias de amor en este lado del continente, donde dos seres que se enamoran deben sortear los más terribles obstáculos para poder estar juntos y así saborear el triunfo de su unión y darle valor a la relación cuando al final puedan lograr ser felices. Con el gran respeto que le tengo a dicho escritor, por infinidad de razones tanto profesionales como de su trayectoria, debo discrepar de dicha idea que, si bien es cierto, es parte de nuestra literatura universal (léase Romeo y Julieta de Shakespeare) también lo es el hecho de que no podemos seguir escribiendo guiones que alimenten de drama a un País que necesita educación, orientación, desarrollo, crecimiento, evolución. Sabemos que el sufrimiento humano es uno de los motivadores más potentes tanto para hacer el mal como para hacer el bien, pero no podemos pretender construir el éxito sobre las bases del dolor y la infelicidad, la frustración o el sufrimiento. Las telenovelas manejan un guión que lleva más de 30 años siendo el mismo en su base: amor, engaño, mentira, traición, poder, asesinatos, misterio, infidelidad, envidia, odio, dolor, injusticia y pare de contar. ¿Se imagina UD que el drama que viven los protagonistas de nuestras telenovelas tuviéramos que vivirlo nosotros en la vida real? Habría suicidios masivos semanales, los índices de homicidios serían comparables con el de las grandes metrópolis del mundo, la automedicación de psicofármacos haría millonaria a las farmacias y laboratorios y las conductas adictivas serían fisiológicas y socialmente aceptadas. Pero esto no sucede así. La realidad es otra. Sí existe drama en las relaciones de pareja, pero también existe asertividad algunas veces, momentos románticos, rupturas que generan una experiencia más en nuestro haber y la psicoterapia de parejas devela la psicodinamia que vivimos diariamente respecto al tema y les puedo decir que no es tan oscura, retorcida o maquiavélica como lo vemos a diario en la dramática ficción de nuestras telenovelas. No quiero hacerles una guerra, quiero llamar la atención a incluir en ellas discusiones útiles entre los personajes, donde se hable de aborto, del amor sano, de la familia unida, de la felicidad como un derecho, de la posibilidad de una justicia social sana; donde se hable de homosexualidad sin juicios, de las visiones de las diferentes religiones ante el tema del sexo prematrimonial o del embarazo en las adolescentes. No estoy en contra de la telenovela, solo pido incluir una visión del mundo más positiva. Lo que pasa es que lo que vende es sexo, violencia, sufrimiento y muerte. ¡Ojo, vende porque así nos lo enseñó la historia, no porque así seamos! La felicidad es posible cuando comenzamos a cambiar nuestro propio guión de vida. Al elegir ser felices le damos cabida a la sonrisa diaria, a estar más relajados, a asumir nuestros escenarios con mayor entereza y asertividad y comunicarnos de manera más sana con nuestra familia, compañeros de trabajo, del colegio, de la vida. Como bien dijo Goethe: “Se puede ser feliz sin exigirle a los demás que estén de acuerdo con uno”.


¿Cómo lograrlo?

Ahora bien, cómo podemos ser felices y no morir en el intento. Es una tarea de constancia y firmeza. Como dijo un gran amigo y colega, el Dr. Gerardo Rodríguez, mientras compartíamos escenario en una conferencia sobre el Alzheimer: “El mundo no es de los que se levantan temprano, es de los que se levantan felices”. Esa frase se grabó en mí por dos razones: la primera, porque me cuesta levantarme temprano, aún y cuando tenga que hacerlo, siempre ha sido así, lo que generaba en mí preocupación y culpa al no cumplir con horarios o no llegar a tiempo a alguna cita, pero luego que escuché esa frase me sentí tranquilo porque la segunda razón es que, el día te cambia cuando lo comienzas con una sonrisa y trabajas para mantenerla todo el día en tu rostro. Eso hago yo a diario, sonreír al levantarme y dar gracias a Dios por tener la oportunidad de hacerlo mejor que ayer o al menos diferente. Confieso que hay días en que alguna emoción destructiva intenta socavar mi sonrisa, pero somos humanos y eso es lo que nos hace triunfadores por naturaleza. Sin embargo, hoy en día como profesional he aprendido a levantarme temprano sonriendo, ¡tremenda combinación!

Felicidad y autoestima.

Una forma de comenzar a abrirnos a la felicidad es revisando nuestro autoconcepto. La autoestima juega un papel fundamental en nuestro estado de ánimo. Recuerda que a la primera persona que insultas cuando algo te sale mal es a ti mismo o a ti misma. Por lo tanto, debemos reprogramar lo que pensamos que somos porque somos mucho más que eso. Todo lo que crees que eres no es válido si no le juntas lo que crees que no eres. Sí, como lo dije, lo que crees que NO eres. Porque tú eres un ser único, valioso, exitoso, irrepetible, con grandes potencialidades y múltiples talentos con un solo fin: ser feliz. Aunque creas que eso NO lo eres. Necesitamos aumentar nuestra autoestima, ella nos protegerá de momentos innecesarios. Recuerda que, si piensas que no vales, la gente que se acerqué a ti, te tratará como alguien que no vale nada. Si piensas que no puedes, no te elegirán para hacer algo. La forma como hablamos, como nos vestimos, nuestra higiene personal, nuestro medio ambiente, nuestra expresión facial, todo conforma parte de y expresa nuestra autoestima. No podemos pretender que nuestros niños salgan de su pobreza mental mientras su medio ambiente está deteriorado, lleno de frustración, rabia, malos olores y humores. No podemos hacer que un País evolucione, crezca y se desarrolle si somos nosotros mismos quienes hablamos mal de nosotros mismos y nuestro propio País. Debemos cambiar la manera de vernos al espejo y cuando la imagen del espejo sea tu amiga, entonces habrás conocido a la persona más importante del mundo: TÚ mismo (a). Los conceptos actuales de belleza nos han creado una imagen estereotipada sumamente peligrosa: mujeres delgadas a punto de anoréxia, hombres musculosos intoxicados con esteroides o creencias inútiles sobre el amor y la felicidad en pareja, esclavos y esclavas de cirugías cosméticas, cremas, inyecciones y otras conductas adictivas a una belleza pasajera e irreal. No estoy en contra del mejoramiento físico por salud, pero debemos aprender a aceptar a nuestro cuerpo como es, con sus rollitos o estrías, su celulitis o arrugas y luego podremos cambiar lo que queramos de el. Está demostrado que los pacientes que se someten a cirugías estéticas se recuperan más rápido y sus células aceptan los nuevos implantes o tejidos, si han sido sometidos a psicoterapia antes de la cirugía para un proceso de integración de su cuerpo a su autoestima. Sugiero que te pares frente al espejo desnudo o desnuda y repitas la siguiente frase: “Yo me amo, me apruebo y me acepto”. Lo que pienses después, lo que sientas o sea cual sea tu reacción te dirá si estás o no en conflicto con tu propia imagen corporal. Allí comienza el insight, el darse cuenta de cómo me siento respecto a mi mismo. Esa es una buena forma de empezar porque una vez que te aceptas tal como eres serás más feliz que los demás y la gente feliz le dá más ganas de hacer ejercicio, comer sano y por qué no, hacer esos toques correctivos que quieras realizar sin la ansiedad que genera la conducta adictiva de necesitar ser perfecto o perfecta. Amén de las personas cuyo cuerpo o imagen es su herramienta de trabajo, sin que esto justifique ser infelices por querer vernos bien. (Artistas, modelos, cantantes, entre otros). Se puede ser feliz y lucir sano, limpio y sensual.


Sonría, en algún momento reirá.

Otra manera de ser feliz y no morir en el intento es practicando la felicidad. Sonríe, aunque no te lo creas, sonríe por al menos 5 minutos y verás como los músculos de tu cara se relajarán y comenzarás a sentirte mejor hasta el punto que tu sonrisa tal vez se convierta a carcajada. El humor, la humorterapia o la risoterapia como la llamó Menahem Belilty, humorista y risoterapeuta venezolano, es un ingrediente vital en nuestro día a día. Reír a diario, al menos durante 5 minutos, genera los mismo beneficios mentales de bienestar que hacer 45 minutos de yoga o ejercicio físico. Así de poderosa es la risa. Así de necesario es el reír. Muchos se preguntarán: ¿Reír por reír, así no más? Te invito a que revises los miles de bendiciones que tienes en tu vida y estoy seguro que encontrarás motivos para reír a diario y ser agradecido (a). El simple hecho de estar vivos hoy ya es motivo suficiente de celebración. Pero se nos olvida que estamos vivos, entonces necesitamos tener accidentes, intoxicarnos, sufrir al punto de sentir que la vida se nos va y el corazón se detiene hasta lograr morir sólo para recordarles a los demás que estábamos vivos. ¡Ves cómo se puede morir en el intento de ser feliz? Decidiendo sobrevivir a y no vivir la maravillosa vida que nos ha tocado tener.

La puerta a la felicidad.

Hace muchos años aprendí un concepto muy sencillo de perdonar que reza así: “Perdonar es recordar sin dolor”. La puerta de entrada al camino de la felicidad es el perdón. Primero el perdón hacia nosotros mismos, por haber permitido todo lo que hemos permitido que nos haga daño en la vida y segundo porque de esa forma soltamos las cadenas de resentimiento, rencor y odio que nos tienen atados a aquellos que no queremos perdonarles. No existe forma más segura de obtener un cáncer que no sea permanecer resentidos y sin cerrar ciclos de vida o asuntos pendientes no resueltos. Los seres humanos aprendimos que el antítesis del amor era el odio. Hace un año fui invitado a Colombia a realizar una gira en diferentes ciudades para hablar de temas gerenciales orientados a las ventas exitosas. Allí conocí a muchas personas interesantes y nutritivas. Una de esas personas, lo conocí en Armenia, ciudad que vivió el terror de uno de los desastres naturales más mencionados en la historia moderna, el terremoto que hizo desaparecer la mitad de la ciudad y afecto a todo el eje cafetero. Mi amigo Darío ha sido una de las personas más positivas que he conocido y fue él quien me regaló una serie de audioconferencias de Camilo Cruz en CD. Yo ya conocía a Camilo por sus libros y conferencias y aprendí a respetarlo y admirarlo por su extraordinaria capacidad de comunicación. Camilo Cruz, en una de sus audioconferencias, mencionaba que el antítesis del amor no era el odio. El antítesis del amor es el miedo. Detuve el CD presionando Stop y me puse a reflexionar sobre aquella frase. ¡Es cierto! Cuando actuamos desde el miedo actuamos con rabia, frustración, impulsividad, atropello. El miedo a perder algo o a alguien nos convierte en seres viles y amargados. Una de las formas terapéuticas de sanación más complejas y efectivas que he conocido es aprender a soltar todo aquello que tememos perder en el vida. Cuando digo soltar no significa abandonar o dejar a un lado a alguien, o renunciar a un trabajo ni mucho menos mudarse de ciudad o País. Cuando digo que hay que aprender a soltar es dejar de darle tanta energía, tantas horas de pensamiento estéril sobre algún asunto conflictivo en nuestra vida. Si temes perder a tu pareja, díselo. Convérselo y chequea que tus miedos no sean más imaginarios que reales. Si temes perder el trabajo, chequea cómo puedes mejorarlo y superarte a ti mismo y deja que el tiempo pase y sea juez de tu rendimiento. Si temes perder la salud, pregúntate a ti mismo o a ti misma si estás haciendo todo lo que hay que hacer para mantenerse saludable. La mayoría de los miedos son imaginarios, productos del cansancio y la soledad (como reza la Desiderata, escrito antiguo anónimo que data del año 1600 D.C.). ¡Los miedos imaginarios son los que llevan a terapia! La mayoría del tiempo que paso en mi consultorio es dedicado a reprogramas creencias (en su mayoría miedos imaginarios) que conllevan a tener percepciones equivocadas de las cosas. La rabia, los miedos y la culpa (el mejor invento de los padres, la política y la religión para poder controlar) son parte de la basura mental con la que pretendemos vivir y debemos tener cuidado porque la basura cuando se acumula se pudre y así se pudre el ser humano, se enferma y se muere sin darse cuenta que en lo más profundo del sótano de su mente se gestaba el embrión de sus males: el miedo a ser feliz. Porque “hierba mala nunca muere”, “la gente feliz se muere joven”, no hay mal que por bien no venga”, “se sufre pero se goza”, “el que no llora no mama”, entre tantos otros pensamientos que alimentan nuestra capacidad de ser infelices. Reconciliarnos con nuestra propia naturaleza humana es fundamental para comenzar a dibujar una sonrisa diaria en nuestro hermoso rostro. El perdón es la puerta de entrada al camino de la felicidad.

Felicidad: ¿Idea o experiencia?

¿Cuál es tu concepto o idea de felicidad? ¿Qué es lo que más quisieras tener en el mundo entero en este momento? Si pudiera otorgarte de forma mágica lo que más quisieras tener en tu vida, ¿qué sería? Amor, salud, dinero, paz, tranquilidad, alegría, pareja, bienestar, son algunas de las respuestas que la gente da cuando en mis conferencias o cursos hago esta pregunta. Lo sorprendente, como lo dijo Vishvananda Ishaya en Caracas al escucharlo por primera vez en una conferencia, es que la idea de felicidad puede ser distinta de una persona a otra, pero la experiencia es la misma. La idea de paz puede ser diferente de una ser a otro pero la experiencia es la misma. La idea de Dios puede diferir de una religión a otra y sin embargo la “experiencia de sentir a Dios es relatada igual por los diferentes fieles de las diferentes religiones” y aún así existen naciones enteras que entran en guerra por la idea que cada uno tiene de Dios, de poder, de paz. Son las ideas las que nos hacen entrar en conflicto con otros seres pero al final es solo eso, una idea, un concepto formado por palabras que ocupan un espacio mental. Les damos tanto poder y fuerza a esas ideas que al encontrarnos a otros seres con ideas diferentes comenzamos a discutir hasta llegar a pelear o lo que es peor, a matar por una idea o ideal. ¿No es lo mismo? Lo triste es que si escucháramos la “experiencia” que cada uno tiene vivida de la idea, tal vez encontremos más similitudes que diferencias. Tal y como ejemplificaba Vishvananda en su conferencia, imagina a dos ciegos, cada uno con una idea sobre el color de la grama. Uno dice que es suave y aterciopelada, que a veces raspa y tiene un olor característico, eso es el color verde para él. El otro ciego dice que es abundante, corta y huele a tierra húmeda al amanecer y a picadura de mosquitos al anochecer, eso es verde grama. Cada uno puede pasar horas discutiendo como es su “idea” del verde o la grama, pero la sensación fisiológica, la percepción y la experiencia es la misma cuando ambos se tiran en la grama en un día de picnic. Si hablaran de la experiencia, de lo que sienten se darían cuenta de cuán similares son las sensaciones. No podemos seguir peleando por la idea de felicidad de cada quien. Para unos la felicidad es que todos en su familia tengan salud, para otros es estar solvente económicamente, para otros es vivir tranquilos con lo justo y que nada falte, para otros es tener un yate y varias corporaciones. No importa cual es la idea de felicidad, lo importante es cómo la siente cada uno y allí hay un gran terreno de coincidencias que nos une y tal vez nos dé la oportunidad de conseguir en conjunto más felicidad, mejorando así nuestra calidad de vida. Si respetamos las ideas y conversamos sobre las experiencias, tendríamos un mundo más evolucionado, una sociedad más avanzada y un futuro más sano asegurado. ¿Recuerdas cuál fue tu respuesta a lo que más deseas en el mundo? ¿Estás haciendo todo lo que hay que hacer para obtenerlo? Y, ¿no es lo que más deseas? Cuando las cosas salgan mal, cuando discutas con alguien o te encuentres en el medio de un conflicto (de pareja, familiar, laboral, etc), no señales, acuses o juzgues a los demás. Pregúntate a ti mismo (a), ¿qué estoy haciendo yo para generar, alimentar o mantener el conflicto? Si cambias el tú por el yo en una discusión verás como se puede pelear sin tanto drama. Comienza siempre hablando de ti, de lo que sientes (recuerda que lo que piensas es solo una idea, nada más) y de lo que quisieras que mejorara y estás dispuesto (a) a hacer para mejorar la relación. Aceptar nuestros errores es una manera de comprobarnos a nosotros mismos que estamos sanos mentalmente. La persona que no tiene capacidad de introspección, de reconocer sus propias fallas, es alguien con un trastorno que amerita psicoterapia. Errar es de humanos y reconocer nuestros errores y corregirlos es de gente sana. No existe una verdad absoluta. Particularmente pienso que todos tenemos un pedacito muy pequeño de verdad y a medida que nos unimos vamos creando una verdad universal más grande y poderosa, una verdad que nos revela la esencia de nuestra existencia, el objetivo mismo del por qué vivimos: ser felices.

"Es preciso creer en la posibilidad de la dicha para ser feliz."
-León Tolstoi.


A continuación quiero dejarte algunos tips o ideas para que puedas hoy mismo comenzar a transitar el camino de la felicidad:

-Sal de la ignorancia emocional a través de tu crecimiento personal.
-Asiste a cursos, seminarios, conferencias, charlas; escucha programas de televisión, radio; lee artículos, revistas, libros o prensa; todo que hable acerca del desarrollo humano, inteligencia emocional, conductas de éxito, etc.
-Genera un nuevo autoconcepto, recuérdate a ti mismo (a) que eres un ser maravilloso, único e irrepetible.
-Sé amable contigo mismo(a).
-Ríe a diario y cuando no tengas ganas de reír: ¡sonríe!
-Reconcíliate con el éxito: Tienes derecho a estar en este planeta. Mereces ser feliz.
-Reconcíliate contigo mismo (a): perdonar es la puerta de entrada a la felicidad.
-Responsabilízate por todo lo que hagas, digas, sientas y pienses.
-Comparte tu felicidad con otros seres a tu alrededor, incluso con los que no quieren ser felices.


-Recuerda que una sonrisa o un buen chiste: ¡son gratis!
-La vida es muy corta, el drama la acorta y la salud no lo soporta.
-Tú felicidad: quieres que sea ¿una idea o una vida de experiencias?
-Ten siempre un proyecto de vida activo. No importa el camino, lo importante es saber a dónde vas. Destino: ¡Felicidad!

Ahora soy más feliz que hace un momento atrás, al haber escrito un poco de lo que tal vez te pueda ayudar a comenzar la búsqueda de tu felicidad, si no es que ya estás en el camino. Como bien finaliza la Desiderata: “…aún y en la eterna confusión de la vida, Ten Cuidado, esfuérzate por SER FELÍZ.