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Principios sin fin...(Mi pensar en Cruz Roja)

En una mañana de Marzo nos preparamos para realizar un Operativo de Salud Comunitaria, atención médica gratuita y despistaje de patologías identificadas en la región como epidémicas. La comunidad era rural y los organizadores eran del partido de Gobierno. Una semana más tarde salíamos a otra comunidad vulnerable donde nos esperaban los organizadores pertenecientes al partido de oposición. Las reuniones previas a dichos operativos se daban bajo un ambiente claro y único: “les prestaremos ayuda a la comunidad si no existe ningún tipo de propaganda política o prensa presentes, y si así fuere, será otro día cuando estaremos con ellos sin la presencia de ustedes”.
Día a día nos llegan correspondencias de todo tipo de organismos, partidos políticos, comunidades, etc. solicitando diversas acciones inherentes al Socorro. Es claro que se debe tener firmeza con mucho amor para no caer en la tentación inconsciente de apoyar de manera solapada a algún grupo que pueda utilizar nuestras acciones humanitarias como bandera para su publicación y reivindicación social. Como decimos los venezolanos, “ganado indulgencia con escapulario ajeno”.
Ser Imparciales, Neutros e Independientes no es tarea fácil en un País como el nuestro, sin embargo, si se tiene bien introyectado el sentido humano de nuestras acciones como Principio esencial del Movimiento y se ha estudiado bien la forma en la cual estamos organizados, la tarea se hace más fácil e incluso divertida.
No es sencillo estar conectados a nuestra fibra humana todos los días con la cotidianidad que vivimos actualmente en nuestras vidas, pero si prestamos atención a la forma en que actuamos, podemos hacer consciente el sentido de ser humanitario y después dejarlo fluir libremente, convirtiéndose en una filosofía, una forma de vida.
Sensibilizar a los voluntarios y socorristas de nuestra Institución no es fácil, en un mundo frívolo, lleno de conceptos invertidos y donde la moralidad, lo familiar, lo ético, se pierde día a día en un basurero lleno de fetos muertos y jeringas vacías con rastros de miseria. Ser parte de la degradación de la condición humana no hace la tarea de enseñar humanidad más fácil en las filas del Socorro. Pero tenemos un aliado, la experiencia de aquellos que nos rodean y nos dan su mano para mostrarnos un mundo tan cruel como hermoso a la vez. Tal vez se preguntarán cómo es posible esta dualidad pero la respuesta la podemos obtener si tenemos alguna vez la oportunidad de ver el cambio que sufre una oruga para convertirse en una hermosa mariposa.
En el mundo necesitamos caos para necesitar el orden y buscamos el orden para generar el caos. Es una dualidad tan antigua como el viajo camino del ensayo y el error. La humanidad no puede avanzar si no genera cambios tanto negativos como positivos. El proceso del desarrollo del ser humano pasa por la bipolaridad que todos conocemos y de alguna forma el hacernos concientes de nuestras acciones nos lleva a limpiar nuestro sistema interno, a veces con reflexión y meditación, otras veces con llanto y reseteo del sistema.
Ser voluntario del Movimiento más grande del mundo debe ser motivo de orgullo por partida doble. Sí, primero porque aportamos un grano de arena para hacer un mundo mejor y segundo, porque lo que hacemos lo hacemos por motus propio, sin obligaciones ni esperanzas de reconocimiento, enalteciendo el significado de la palabra “servir”, elevando la acción humanitaria a un nivel totalmente nuevo y elevado. Elegimos estar bajo el sol con uniforme, cargando niños de un lado a otro, haciendo muecas y dando lo mejor de nosotros para hacerlos reír, en vez de estar bajo el mismo sol, en la playa, rodeado de un mundo cómodo, reconocido por todos y descansando del ruidoso bosque de concreto, la ciudad.
Pero no es suficiente ser humanos, imparciales, neutros, independientes y hacer todo esto por voluntad propia si no tenemos una familia en expansión que nos lleve a crear un sentimiento de pertenencia, unidad y universalidad.
El ser parte de algo más grande que nosotros mismos y creer en que podemos hacer la diferencia al darnos la mano entre todos más rápido que si lo intentáramos solos es aceptar que somos parte de una red de ayuda humanitaria que se regocija al saber que existes y te trata como uno más de la familia, estés donde estés.
El día que llegué a la Cruz Roja Mexicana en el D.F. a conocer sus instalaciones y su gente, ese mismo día fui invitado a la fiesta de fin de año que darían esa navidad y justo antes de irme, unas horas más tarde fui incluido en un trabajo de evacuación de la comunidad que vive al pie del Popocatepel por estar en alerta amarilla la actividad del Volcán. Me sentía parte de su equipo humano, me sentía parte de esa Institución y fue cuando me di cuenta que no era “ese” equipo o “esa” Institución, era parte de “un” Movimiento que se dibujaba más allá de las fronteras de mi País y de mi mente humana.
Al entender este sentimiento de pertenencia y cómo se expandía por todo el mundo fue que pude incorporar a mi sistema de pensamiento la importancia de ser universales, de ayudarnos mutuamente, de compartir nuestras experiencias para fortalecer las del otro, de identificarnos con un símbolo en cualquier lugar del planeta y comprender que nunca más nos sentiremos solos, porque sencillamente “no lo estamos”.
La envidia, los celos, el hermetismo en el campo del conocimiento, el no compartir nuestras experiencias y procurar que nadie se beneficie más que uno solo, han ido calando en nuestra Sociedad Nacional como un Cáncer, haciendo metástasis en las más altas posiciones. Pero todo esto es parte de nuestra condición humana. No podemos negar nuestras debilidades y errores. Aún estamos aprendiendo y despertando al significado de nuestros Principios, pero todavía nos falta convertirlos en nuestra filosofía de vida. En la norma, el norte, el camino.