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Tercer año de medicina.

Entre pasillos me encuentro
con un largo traje puesto,
igual que mis compañeros,
blanco amarillo cual hueso.

Caminamos lentamente
a través de un túnel de viento
a favor del contenido
buscando detener el tiempo.

A momentos se oscurece
y a tropezones seguimos,
una mano que te ayuda
y otra que te da frío.


De pronto se ilumina
aquel triste camino
y seguimos con alegría
a nuestro propio destino;
es lo que cada quien busca
sin importar ser tú amigo.

Los guías en nuestro viaje
los hay de todos colores,
hay quienes te alientan la vida
y quien te deja sinsabores.
Es una gamma surtida,
¿elegir puedo? ¡Prohibido!,
ellos eligen tu vida
y la vuelven estribillo.
Podrás cantar, bailar o llorar,
pues no les importa otra cosa
que no sea que tú seas
la perfección bondadosa.
Si tienes vida o castigo
no es eso lo que han visto,
es el aquí y el ahora
lo que decide si existo,
aún y cuando les escuches hablar
de cuan humano serás
cuando te toque tratar
a otros seres por demás.

Lo más hermoso de todo
es el final del camino
justo donde comienza
lo que será tu destino.

Si has logrado cruzar
esos pasillos eternos
entonces puedes jurar
que has sido un médico pleno.

Trajes blancos, no disfraces,
son lo que llevas hoy puesto
cual pradera con sus flores,
cual pájaros en su cedro.

Cuida bien tu imagen toda,
es el reflejo que cuenta,
pues si llegaste a la toga,
la cosa no fue tan lenta.

De pronto nos damos cuenta
que estamos casi completos
al final de aquel comienzo,
con más amor a lo nuestro
y respeto por lo ajeno.

Logramos hoy la mitad
lo que falta será el éxito
y si aún te queda alguna amistad
está resuelto este cuento.

No vale la humanidad
ni la humildad con que actúes
sino le impregnas de amor
y mejores actitudes.
Saber no es todo en la vida,
querer la vida sabiendo,
es vivir sin espacio y tiempo,
así que entrégate en cuerpo y almaa aquél que llaman enfermo.